Montserrat

El macizo de Montserrat se alza majestuoso a pocos kilómetros al oeste de la ciudad de Barcelona, al sur de Europa. Aunque de escasa altura, debido principalmente a su proximidad con la costa, su peculiar orografía le ha conferido siempre un aura de misterio y admiración. Su nombre significa literalmente 'monte serrado' y tal es la forma de la cordillera: un cadena de elevaciones de diferentes alturas similares a los dientes de una sierra. No hay una cadena montañosa que se le parezca en toda la región, y eso la hace destacar aún mas. Es imposible no acercarse a ella desde lo lejos, verla asomar en el horizonte y no mirarla durante al menos unos segundos.
Sus caprichosas formas, según los geólogos, son el resultado de un proceso geomorfológico de millones de años, debido sobretodo a la erosión continua sobre materiales de distinta composición y resistencia.

Pero para David Schultz hay algo más. El doctor Schultz, afamado arqueólogo de origen polaco, llevaba mucho tiempo estudiando Montserrat, hasta el punto de haberse convertido en una obsesión.
Sus investigaciones se basan en la creencia en ciertos círculos de que la montaña alberga un misterio aún mayor, que ha permanecido oculto desde hace miles de años. No en vano, el mismísimo Tercer Reich estuvo buscando sin éxito el Santo Grial en sus entrañas.
Pero en pleno siglo XXI, lo que David buscaba en realidad era al menos la confirmación de que sus años de estudio no habían sido una pérdida de tiempo. Para sus colegas de profesión, para su familia pero sobretodo para sí mismo, necesitaba encontrar un resquicio, una sospecha con fundamento, algo a lo que aferrarse, por pequeño que fuera.

Algo antes de coronar las cumbres de la montaña, se encuentra el monasterio benedictino de Santa María de Montserrat. Un lugar de peregrinación y también muy turístico que acoge a la Virgen de Montserrat, conocida localmente como 'la moreneta', debido al color oscuro de cara y manos de la talla de madera que la representa. Aunque este hecho no sea una excepción con respecto a otras vírgenes europeas, sí que resulta curioso por el lugar en el que se encuentra.

Pero David nunca se centró en este aspecto en sus investigaciones, sino más bien en la propia montaña. Los lugareños ya le conocen con el apodo de 'el alemán', más por su apellido y su acento que por su verdadero origen. Aún sin saber en profundidad el objetivo de su estancia, su carácter afable y bienintencionado le habían granjeado una buena reputación entre ellos.

Dos veces al mes, el doctor Schultz volvía a Polonia para pasar un fin de semana en Lodz, su ciudad natal. Allí residían sus padres y es también donde impartía clases de Historia en la Universidad. Esta ocupación, y en mayor medida, el éxito de la venta de sus incontable libros sobre folclore, misterios y leyendas antiguas, es lo que le permitía dedicar largas temporadas al año a sus investigaciones particulares, sin tener que rendir cuentas a nadie.

Desde el aeropuerto de la ciudad condal de Barcelona existe una conexión directa con Lodz, pero en pleno mes de agosto y debido a la poca ocupación de los vuelos, se canceló sin previo aviso el último vuelo de regreso de David. Ésta pequeña serendipia iba a dar un vuelco en su trabajo sin ni siquiera imaginarlo. La única alternativa del arqueólogo pasaba por cambiar el aeropuerto de destino a otro secundario, de Barcelona a Girona, a unos 130 kilómetros al noreste. Visiblemente enojado, pero también con la resignación dibujada en su semblante, emprendió la marcha hacia la nueva puerta de embarque. El tiempo de vuelo era prácticamente el mismo, no así el que separaba la localidad de Girona del pequeño pueblo de Olesa de Montserrat, donde David tenía alquilado su apartamento. Sin mayores complicaciones, el Boeing 747 de Ryanair tomó tierra en territorio catalán. Hacía bastante calor en esa época del año. Para no perder más tiempo, y no siendo el dinero un problema para él, decidió coger un taxi para recorrer la distancia que aún le quedaba.

A unos 50 kilómetros de su destino, el doctor Schultz comenzó a vislumbrar a lo lejos el macizo montañoso asomando en el horizonte. Sin embargo, había una sutil diferencia esta vez. La cadena montañosa estaba mostrando su cara norte, en vez de la cara sur que David estaba acostumbrado a ver. Desde esta perspectiva, se le antojó diferente de alguna manera, aunque en ese momento no supo concretar qué. Cogió instintivamente su cámara de fotos e hizo un par de series a medida que se iban acercando. Al llegar al apartamento esa misma noche, y a pesar del cansancio acumulado, comenzó a descargar las fotos en su portátil. Mientras preparaba un té en la cocina, dejó que se completara la transferencia. Se tumbó en la cama, dejó la taza humeante en la mesita y empezó a revisar las escasas 2 docenas de capturas.

Y entonces, en una de ellas, lo vio. Desde este nuevo ángulo, ya sea por la luz, o por un efecto óptico, las caprichosas formas de los picos de la sierra formaban lo que parecía una representación gráfica de un espectro de onda. En otras palabras, el oscilograma de un sonido. Alucinante. Si estaba en lo cierto, había dado con algo. Rápidamente buscó un software de tratamiento y análisis de audio en sus repositorios de paquetes. No le costó demasiado descargar e instalar un par de ellos que sirvieron perfectamente a su propósito. Tras múltiples pruebas e intentos frustrados, debido principalmente a que lo que necesitaba David era analizar el sonido a partir del espectro y no a la inversa, finalmente consiguió reproducir la secuencia. Efectivamente, era algo. David tenía razón. Subió el volumen de los altavoces de su portátil y volvió a escucharla. Una suave melodía rítmica y acompasada llenó el silencio de la habitación. El doctor tomó un largo trago de su té y volvió a reproducirla. No duraba más que unos pocos segundos, pero claramente se distinguían las notas y los acordes. Aquello era sorprendente: un mensaje oculto en nada menos que una montaña. ¿Cómo podía ser aquello siquiera posible?. Esto superaba todas sus expectativas.

Pese a su dilatado conocimiento en culturas y religiones de todo el mundo, no logró identificarla ni situarla. Bien pensado, no tenia sentido que pudiera. La naturaleza misma lo había creado.
Sobrepuesto a la emoción inicial, el joven arqueólogo llegó a la conclusión de que esa melodía era una llave. Le faltaba por lo tanto una puerta. Creía tener la mitad del misterio resuelto. Decidió continuar al amanecer y descansar, aunque fueran sólo unas horas.

El despertador del móvil sonó insistentemente a las 7:02 de la mañana. David se despertó lentamente e intentó desentumecerse a marchas forzadas. La tenue luz y la brisa del mediterráneo se colaban por su ventana entreabierta. Mientras se frotaba la cara y se incorporaba, recordó todo lo que había sucedido el día anterior y una idea empezó a germinar poco a poco dentro de su cabeza. El café recién hecho de la máquina hizo el resto del trabajo, y ahora con la mente despejada, transfirió el archivo de audio a su terminal. Se aseguró una última vez de que era perfectamente audible y, una vez vestido, se precipitó a la puerta, bajó corriendo las escaleras y salió a la calle en busca de su coche. Apenas media hora le separaba del monasterio benedictino, pero a esa hora de la mañana, entre semana y en pleno agosto, creía poder llegar justo en el momento en que se abrieran las puertas, y así evitar las interminables colas de turistas que se formaban en cualquier época del año.

Efectivamente, consiguió llegar incluso 5 minutos antes. El encargado de abrir los porticones del templo le saludó efusivamente. David le devolvió el saludo con un gesto rápido y algo despreocupado, y se dirigió directamente al interior del templo. Sus pasos resonaban a medida que se acercaba a la escalinata lateral que llevaba a la pequeña estatuilla que reinaba justo en medio del àbside de la basílica, en el altar mayor. Diferentes escenas bíblicas acompañaban al visitante hasta llegar a 'la moreneta'.
Tal como supuso, a esa hora no había nadie, e incluso el encargado había desaparecido por alguna de las muchas cámaras circundantes. Una vez delante de la talla, David, nervioso, acercó el móvil a la figura con el sonido todo lo bajo que pudo, y activó la melodía.
Tras terminar, nada pareció suceder, pero acto seguido, y de forma inesperada, un pequeño compartimento oculto pareció abrirse al compás de alguna suerte de mecanismo, con un ligero 'click', en la base de la estatua. El doctor quedó asombrado e intrigado. Echó un vistazo al interior del pequeño cajón y descubrió enrollado un trozo roído de pergamino, amarillento por el paso del tiempo y sujeto con una cuerdecita que parecía hecha de lana. Con sumo cuidado, lo recogió, cerró suavemente con los dedos el compartimento y salió del templo con una media sonrisa dibujada en su cara.

Como impulsado por una fuerza y determinación renovadas, David decidió subir al teleférico que daba acceso a la parte más elevada de la montaña. La gente empezaba a llegar ya en grupos cada vez mas numerosos y la tranquilidad del lugar daba paso a un murmullo cada vez mas molesto. Una vez arriba, se retiró unos metros en dirección a una de las laderas y asegurándose de estar lo suficientemente aislado, abrió su codiciado tesoro. Eran apenas unas líneas de texto escritas en latín antiguo, en una tinta negra que empezaba a palidecer por el paso del tiempo, la humedad y el deterioro normal de la propia tinta. Esto es, traducido, lo que decía:
No eres el primero, y tampoco debes ser el último
Tu perseverancia y buen juicio te han traído hasta aquí.
Con el tiempo entenderás el significado de la clave y entonces
Tuya será la responsabilidad de mantenerla viva, como antes hicimos otros.
Vive en paz

David quedó perplejo. Eso era todo. Parecía un premio menor a toda su búsqueda, aún teniendo en cuenta la satisfacción que le producía el hecho de haberlo resuelto. Tres grandes preguntas quedaron danzando nerviosamente en su mente. ¿Quien había escrito ese texto?, ¿cómo había conseguido crear un mecanismo que respondiera a una melodía, cómo mínimo, 1000 años atrás?, y sobretodo, ¿¿qué era la melodía??




Coming soon.... The sphinx (part II)



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