Inerte

Socorro!! -gritó desesperado Saul desde la ventana del teleférico mientras seguía subiendo. Su mujer acababa de desplomarse en el suelo a los pocos minutos de iniciarse el ascenso. Lo que parecía una mañana tranquila y soleada se convirtió de repente en una pesadilla.
Al llegar a la cima de la montaña, el teleférico se detuvo con un sonoro chasquido. Visiblemente alterado y con el semblante compungido, descendió de la cabina con su mujer, inerte, en brazos. La brisa fresca a esa altitud apenas aliviaba el momento de tensión y desconcierto.
-Pero, ¿qué ha pasado?!? -preguntó el operador al ver la escena.
-No lo sé!! -contestó Saul, nervioso, en una mezcla de rabia e impotencia.
Sara yacía tendida en el suelo, sin vida. Ya no había nada que hacer.
Al descender de nuevo al pequeño pueblo de Fuente Dé, en Cantabria, las sirenas de la policia y una ambulancia al pie de la montaña les esperaban. Los agentes interrogaron insitu a Saul, mientras los enfermeros certificaban la muerte de Sara.
El hombre, de unos 35 años, sólo pudo explicar cómo habían decidido esa mañana subir a los picos de Europa, approvechando que entre semana y en esa época del año, la afluencia era mucho menor. Sara padecía un trastorno que no le permitia estar en lugares con mucha gente. Según relató, poco después de iniciarse la marcha, y sin motivo aparente, la mujer empezó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza, que al pricipio atribuyó al cambio de altitud. Acto seguido, se desplomó. Los agentes tomaron nota y consolaron a Saul, indicandole que podia volver a casa, y ellos se ocupaban de todo. Al ser los únicos ocupantes del telecabina, no había más testigos ni posibilidad de llegar más lejos en la investigación
Pero Saul prefirió seguir a la ambulancia hasta el hospital de Gijón, a unas 2 horas de allí. Durante todo el recorrido no se alejó mas de 20 metros de distancia.
Justo antes de llegar, sin embargo, se desvió en dirección al campus universitario donde trabajaba en el departamento de química. Entró en el laboratorio y depositó un pequeño tubo que sacó de su bolsillo en uno de los armarios guardados bajo llave. La etiqueta del armario rezaba: "Gases inertes", y una frase de advertencia: "Productos tóxicos y volátiles. Manejar con precaución"
Saul volvió a su despacho, se sentó en su sillón y miró fijamente la foto de su mujer que tenía en un marco de madera encima de la mesa. La cogió con las dos manos y la guardó en el cajón, al lado de su título de campeón regional de descenso a pulmon libre.

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Comentarios

  1. Que malicioso. Recuérdame que, si algún día coincidimos en una excursión, ande algo separado. Y por si acaso, en cualquier otra actividad, que te veo muy informado.

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